Llego una noche fría de invierno un sentimiento
extraño que nunca antes había sentido, amor dijeron y así empecé a conocerlo. Estuvo
años en el albergue y se fue una tarde de otoño y no le pude decir adiós. A los
días que se fue amor llegaron dos hermanas duda e inseguridad, ellas me
acompañaron bastante a no estar solo aunque solo me dejaban estar con ellas.
Una noche mientras duda corría en la casa, inseguridad contaba chistes malos, nos sorprendimos cuando toco la puerta del albergue un
señor de negro y enojado se llamaba odio, quien me enseño lo peor de la vida, la
soledad. Poco a poco este señor se iba haciendo muy molesto y recuerdo que un día
se escondió en un cuarto para que nadie lo encontrara, quería convencer a duda
e inseguridad de que yo debía estar solo y cada día enojarme mas, les prohibió
hablarme solo molestarme hasta que un día llego una señora muy simpática
llamada esperanza y me dijo que el odio, la duda y la inseguridad estaban
planeando dejarme solo y aislarme de todo. Ella me dijo ven a mi casa y con ella me fui.
Nunca más volví a ver a odio, duda o
inseguridad como antes. Recuerdo que esperanza vivía con una su madre que se
llamaba confianza. Confianza solo me decía la respuesta esta en vos y en nadie más
que vos. Con el consejo de confianza y la esperanza de mi lado jamás había
porque estar mal o si lo estaba no tendría que recurrir al odio, duda o
inseguridad. Nuestro corazón es como un albergue de emociones y a veces es
mejor ignorar algunas y darle un alojo aquellas que si lo merecen.